12.11.07

La ciudad y los signos

Nuestras ciudades se han convertido en enormes contenedores de signos, en el escenario en el que millones de imágenes se superponen y entrelazan en un abigarrado conglomerado visual.

Con la aparición de las pantallas urbanas, especialmente las enormes instalaciones de LEDs, este proceso se ha acentuado. En este contexto, la Arquitectura Interactiva ofrece una alternativa a la saturación, basada en la participación.

La ciudad siempre ha sido el lugar en el que nacen y se desarrollan las imágenes. De hecho, el proceso de densificación icónica en el que estamos embarcados desde hace mucho, mucho tiempo, arranca con el nacimiento de las ciudades y crece en paralelo a ellas.

Es en la ciudad donde los mensajes que nos rodean experimentan su, cada vez más fugaz, ciclo vital. En ella, crecen, se desarrollan y finalmente desaparecen de la memoria social. Pero sobre todo, la ciudad es el espacio en el que las imágenes luchan por hacerse un hueco en la competitiva “economía de la atención”.

Rótulos luminosos, señales, escaparates, carteles, grafittis, pintadas, stencils, stickers… incluso nuestra propia apariencia física y la iconicidad de nuestros gestos cotidianos, contribuyen a la construcción de la iconosfera urbana. Una superposición de signos y señales en continua transformación, tan densa que, con frecuencia, resulta impracticable.

Pantalla Total


Pero, justo cuando el espacio urbano parecía definitivamente saturado, la tecnología ofreció un nuevo y formidable soporte para la información visual. Las pantallas comenzaron a desplegar su inmenso potencial icónico.

Enormes o diminutas, CRT, LCD, TFT, OLED, SED, de LEDs, de plasma, planas, ultra planas, flexibles… las pantallas proliferan a nuestro alrededor hasta convertirse en una suerte de prótesis que nos mantiene permanentemente conectados al flujo de información que nos rodea.

Donde quiera que vayamos, las pantallas nos acompañan. De hecho, todas nuestras máquina, no son sino pantallas.

Como no podía ser de otro modo, las pantallas encontraron en la ciudad el medio ideal para crecer. Desde los primeros experimentos en ciudades como Tokio y Nueva York, la integración de pantallas en el paisaje urbano se ha convertido en una de las tendencias más visibles del urbanismo contemporáneo. Si anteriormente los rótulos luminosos y los neones habían transformado nuestras ciudades en parpadeantes muestrarios de imágenes, ahora el sueño de convertir la ciudad en una enorme pantalla, se hace realidad.

Así, del mismo modo que los televisores centralizan a su alrededor el espacio doméstico, las nuevas pantallas urbanas, se convierten en elementos “arquitectónicos” que jerarquizan el espacio público.

Los ejemplos son tantos que es difícil destacar alguno. Para no hablar de los inevitables Herzog & de Meuron, Foster y Nouvel; podemos destacar las imponentes torres de LEDs de Los Ángeles Airport (LAX), visibles desde 3000 pies de altura; el proyecto de rediseño de la fachada de la Torre Bayer en Leverkusen, con una pantalla formada por 3,5 millones de LEDs; cualquiera de los impresionantes proyectos de ag4 Mediatecture Company, como la sede de Merck Serono en Genf o la de T-Mobile en Bonn; o desde un enfoque diferente, The Million Dollar Building, un proyecto desarrollado por el Sandberg Institute, que traslada al espacio físico de la sede de esta escuela, el popular Million Dollar Homepage, participando del concepto de pantalla, pero renunciando a la iluminación.

Pero sin duda, uno de los referentes en este campo fue SPOTS, una instalación de Realities:united que convirtió la fachada del un edificio de 11 plantas de Postdammer Banhof (Berlín), en una enorme pantalla usada como soporte para proyectos artísticos y publicidad. Su brillo y su movimiento contrastaban con la rotunda desnudez de la vecina Neue Nationalgalerie de Mies Van de Rohe.

Elástico explica como “SPOTS es el ejemplo más reciente y más avanzado técnicamente de "media facade", un sueño arquitectónico heredado del ciberpunk y de Blade Runner que imagina a la ciudad del siglo XXI no como una ciudad de luces, sino como una ciudad de imágenes en movimiento.

A medida que la tecnología baje de coste, parece inevitable que las media-fachadas se introduzcan paulatinamente en nuestras plazas y calles, convertidas en los nuevos neones. Es difícil prever cómo vamos a sentirnos en unas ciudades en las que a la vuelta de cada esquina nos espere un bombardeo de imágenes permanente.”


Arquitectura Interactiva


Poco antes de SPOTS, durante el invierno de 2001, se desarrolló en Berlín Blinkenlights, un proyecto de Chaos Computer.

Blinkenlights utilizaba las ventanas de un edificio de ocho plantas como si se tratase de los píxeles de un monitor. Un ordenador controlaba la iluminación de cada ventana creando una matriz de 18 x 8 “píxeles”. A diferencia de SPOTS y de otros proyectos similares, Blikenlights era una propuesta completamente interactiva. Tanto en la versión de 2001, como en su posterior reedición en 2003, Blinkenlights Reloaded; el proyecto estaba abierto a la participación de los espectadores, que a través del teléfono móvil, podían jugar descomunales partidas de Pong, crear animaciones de baja resolución o hacer enormes declaraciones de amor.

El rudimentario Blikenlights planteaba, ya entonces, una concepción de la arquitectura como una realidad cambiante, que se modifica en función del diálogo que los usuarios establecemos con ella. Era uno de los antecedentes de lo que hoy conocemos como Arquitectura Interactiva o Media Architecture.

Desde entonces, la tecnología ha permitido desarrollos mucho más ricos y complejos. Proyectos como la Dexia Tower en Bruselas, un edificio de 38 plantas que incorpora un sistema de iluminación interactivo, convierten los edificios en plataformas para la creación. Así, Dexia Tower es el soporte de proyectos como Touch, desarrollado por LAb[au] (Laboratory for architecture & urbanism) y que permite a los espectadores modificar la iluminación de las inmensas fachadas con sólo deslizar su dedo por una pantalla.

O la maravillosa Crown Fountain del Chicago Millenium Park , diseñada por Jaume Plensa. Dos torres de ladrillos de vidrio con LEDs en su interior, que proyectan los rostros de miles de habitantes de la ciudad, que literalmente se convierten en enormes y divertidas fuentes (con chorro de agua incluido).



Pero no sólo arquitectos y publicistas están interesados en este tipo de proyectos. También otros colectivos emplean los sistemas interactivos para lanzar mensajes de distinto tipo.

Este es el caso de Graffiti Research Lab, un grupo de activistas, que ha desarrollo un interesante sistema de graffiti basado en luz. Una vez más, nos valemos del imprescindible Elástico para explicar su trabajo:

"Armados con electrónica barata, pintura ferromagnética y mucho ingenio hacker, Graffiti Research Lab está investigando el futuro del arte urbano, cuando nos hayamos aburrido del stencil y el spray de pintura.

Desde su taller en el
Eyebeam de Nueva York, los miembros de este colectivo desarrollan fórmulas asequibles y completamente 'open source' para introducir en el espacio de las calles herramientas y lenguajes que proceden de la cultura digital.”

Vale la pena echar un vistazo a su web, y especialmente a los vídeos que muestran al grupo en acción (la performance desarrollada en Barcelona, con intervención policial incluida, no tiene desperdicio).

También Urban Proyection utiliza las fachadas para proyectar en ellas películas callejeras o dibujos. O, TXTual Healing, cuyos proyectos permiten a cualquier persona interactuar sobre un edificio con sólo enviar un mensaje SMS.

Otros muchos artistas y colectivos como Easyweb, Telenoika, Daniel Sauter o Rafael Lozano-Hemmer, están desarrollando propuestas similares y perfeccionando dispositivos capaces de fusionar arquitectura e imagen.

Y ahora, ¿qué?


Es casi un lugar común, señalar como en la sociedad de la información la proliferación de mensajes visuales trivializa el sentido de las imágenes. Nunca hemos estado rodeados de tantas imágenes y, sin embargo, nunca han significado tan poco.

Pero además, de lo que esto supone para nuestra sufrida comunicación, convertir nuestras ciudades en enormes acumulaciones de signos, de representaciones, nos reduce a la condición de espectadores, de sujetos pasivos que asisten al espectáculo de la información.

En su libro, “La Sociedad del espectáculo” Guy Debord decía: “La vida entera de las sociedades en las que imperan las condiciones de producción modernas se anuncia como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo directamente experimentado se ha convertido en una representación.”

Es evidente que el bombardeo masivo de imágenes tiende a reemplazar nuestra experiencia directa de la realidad por una experiencia simbólica. Pero este aspecto se acentúa cuando entran en juego las pantallas. Su enorme capacidad “hipnótica” tiende a paralizar el sentido crítico y a hacer que nuestra mirada, y nuestras ideas, se deslicen dócilmente por su superficie.

En este contexto, la interactividad adquiere un enorme valor. Cuando la pantalla se transforma en interfaz, cuando se convierte en el canal a través del cual el usuario intercambia información con otros usuarios, la comunicación se activa.


El pasado mes de septiembre se celebró en Londres el interesantísimo Media Architecture Conference, un evento que analiza las implicaciones de las nuevas tecnologías audiovisuales en la arquitectura y el urbanismo. En él, Mirjam Struppek, organizadora del panel Urban Media y creadora de Urban Screens, un sitio orientado a la transformación de las pantallas empleadas como soportes publicitarios en dispositivos culturales , dijo: “Queremos sensibilizar a todas las partes sobre las posibilidades que ofrecen las actuales infraestructuras digitales para favorecer una sociedad urbana más viva, en la que las pantallas se relacionen más con el espacio común y que, por tanto, refuercen la identidad y el sentido de comunidad.”

Sin duda ésta puede ser la principal aportación de la Arquitectura Interactiva. Las grandes pantallas, cada día más presentes en nuestras calles, constituyen un espacio privilegiado, dotado de una fascinante dimensión pública, que sólo adquiere sentido desde la participación.

¿Seremos capaces de reconvertir nuestras ciudades/pantalla en ciudades/interfaz? ¿Favorecerá la tecnología, cada vez más accesible, una concepción de espacio público más participativa? ¿Podrá imponer la Arquitectura Interactiva un punto de vista independiente de los intereses mediáticos y publicitarios? ¿Qué impacto tendrá la evolución de la Arquitectura Interactiva en nuestro modo de relacionarnos con los medios de comunicación?

Muchos interrogantes, que de continuar el ritmo de evolución actual, comenzarán a resolverse muy pronto.

Ángel Fernández Fernández.